Sentir el Perú a los pies del nevado Ausangate
Celebraciones patrias y locales en la comunidad campesina de Accocunca
A cuatro mil trescientos metros sobre el nivel del mar se encuentra Accocunca, comunidad campesina de poco más de 300 habitantes ubicada al pie de la Montaña Ausangate. Su principal actividad es la ganadería: alpacas y ovejas. El 13 de julio de cada año, los habitantes celebran la fiesta central, en donde se conmemora aquella resolución #56 folio 437 del año 1978 que los reconoce oficialmente ante el Gobierno peruano, casi diez después de aplicada la reforma agraria en la zona. Para arribar de Lima, capital del país, primero es necesario tomar un vuelo a Cusco y desde la histórica capital Inca, partir unas tres horas hacia el distrito de Ocongate. Una vez ahí, con algo de suerte, se puede buscar un carro hasta el centro poblado de Lauramarca, y de ahí caminar por una hora.
Pero el tramo en sí es un todo un premio: cielos azules de fantasía, y el regalo de la Cordillera de los Andes compensan lo cansado que podría resultar este asombroso trayecto. Pasados los cuatro mil metros de altura ya casi no crecen los árboles y por tanto la tierra se vuelve un océano de ichus, tipo de pasto amarillo que sirve como alimento para los camélidos que habitan la región. Una vez allí, en la extensa pampa de Accocunca están desde temprano las señoras preparando el asado del alpaca que compartirán con todos los asistentes a la festividad. En un terreno al lado de la escuela primaria se han colocado sillas de plástico en forma cuadricular, simulando un plaza. Mientras tanto, en la escuelita que desde apenas hace unos años posee luz eléctrica, los estudiantes están preparándose para bailar.
El presidente de la comunidad campesina, Melchor Quispe, lleva en sus manos un papel con el programa de actividades y se dirige a la plaza recreada. Ya van a ser las diez de la mañana. Melchor saluda en Quechua y se dirige a cada miembro de la comunidad para confirmar su presencia. La comunidad congregada inicia cantando el himno nacional, saludando a las banderas del Perú y del Tahuantinsuyo (nombre original del Imperio Inca). Como fondo del paisaje sigue imponente el prístino Ausangate, nevado tutelar. Músicos andinos locales, señores mayores que cuidan la tradición en esta celebración, son quienes acompañan las danzas presentadas por los escolares. Bailan fuerte con ganas y sonrisas, levantando con sus movimientos el polvo que hay en el suelo. Especialmente son la jovencitas, quienes portan cuidadas polleras bordadas, quienes se lucen y atraen miradas. Pero luego ya es toda la comunidad bailando, empatizando y disfrutando. Llegada la hora de almorzar, los asistentes (es decir la comunidad entera) colaboran para pasarse platos de la deliciosa alpaca. Compartimos con los comuneros, autoridades y profesores. Se vitorea ¡Kausachun Wawakuna! ¡Kasachun comuneros! ¡Kasusanchun Accocunca! ¡Kausachun Perú! (¡Qué vivan los niños, los comuneros, Accocunca, el Perú!)
Hay problemas en Accocunca, y siempre los ha habido, desde la historia colonial y luego los abusos de la época de latifundios. Hasta ahora el frío inclemente que llega los bajo cero y afecta la salud de sus habitantes al no existir servicios similares a la calefacción. La deficiente calidad del agua que hace que en la zona los niños puedan padecer de parasitosis. Sin embargo no detienen ganas, trabajo fuerte y ni entusiasmo; los accocunqueños contagian esperanza. Los propios comuneros se han organizado en comités de autodefensa para velar por la seguridad de su alejado hogar. A falta de postas médicas, se entrenan en conocer al detalle las mejores plantas medicinales de la zona y que muchos de nosotros ignoramos. Se instruyen exitosamente para el cuidado de sus animales. Incluso los profesores del colegio, que vienen desde la ciudad del Cusco para vivir ahí durante el año escolar, comentan con entusiasmo sobre los satisfacciones de la educación intercultural bilingüe que imparten: inician la instrucción de los estudiantes en Quechua como primera lengua para poco a poco se ir incorporando el español.
A pesar que muchas veces el estado no se ha hecho muy presente con nuestros hermanos de Accocunca, irónicamente la fiesta local de esta comunidad campesina es el día en que fueron reconocidos oficialmente por el Perú. Un cariño por una patria que suele ubicarlos en su periferia.
En estas Fiestas Patrias Peruanas, en medio del ambiente jubilar de la época, podemos tambien pensar en los retos que todavía tenemos como nación, no sólo desde las urbes y la diáspora, sino también desde el campo: la búsqueda de los mismo derechos y dignidad de todos, sin importar nuestra ubicación, condición y recursos.
[texto publicado originalmente el 22 de julio-2016 en El Peruanísimo, Miami]